miércoles, 26 de noviembre de 2014

El excitante efecto templao

A ver, o yo soy un bicho raro o a la gente le van cosas sexuales de lo más absurdas. Que yo no me meto con nadie, ojo. Por mí como si en la intimidad de tu hogar te gusta poner velas aromáticas, darte un relajante baño de sales y meterte una enorme calabaza por el culo. Mientras no violes, no dañes y no fuerces a nadie, haz lo que te venga en gana.
Ahora bien, que a mí me la traiga floja todo lo que hace el resto del mundo no significa que siempre lo comprenda. Hay veces que no, que no, que no lo entiendo aunque me esfuerce.
Una de las cosas que me estresan bastante es esta moda de los lubricantes de “sabores”. Que no sé yo para qué sirven, porque en las zonas bajas no se tienen papilas gustativas en ninguno de los dos casos. Y está el listillo de turno “mujer, son para juegos y para hacer cosas con la lengua”. Mira, no. Si quieres hacer sexo oral, hazlo y no uses mejunjes. Que sobra ahí tanto pringue que además huela a piña. Y si no te gusta el sabor de algo, no lo chupes, así de fácil, no trates de enmascararlo con cochinadas químicas. Que es como echar ketchup a las judías verdes para ver si así pasan y te las puedes comer. Mira, no, no fuerces. Si te gusta te lo comes y si no, pues déjalo, pero no guarrees, joder.
Esto me recuerda a la vergonzosa historia de una amiga (cuya identidad mantendré oculta) que le echó medio bote de leche condensada en el pene a su novio. ¿Resultado? Se empachó, se pringó hasta las cejas y él terminó restregándose con fairy porque los pelos se hicieron un pegote y no había forma de quitarlo. Una odisea sin final feliz. (Igual un día debería hacer una recopilación de las aventuras sexuales patéticas de mis amigos. O escribir un libro, uno tamaño Ken Follet pero más entretenido. O algo. Tendría que pensar sobre ello, pero me resulta muy desagradable.)
En fin, volvamos al asunto. Que conste que aunque no soy partidaria personal de los lubricantes, puedo entender que haya casos en los que sean necesarios. Pero para eso los hay neutros, que no huelen y no saben y hacen la función que tienen que hacer y punto.
Últimamente mi paciencia se ha colmado con un par de anuncios que he visto de una conocida marca de preservativos que tiene una amplia gama de lubricantes de sabores y colores. Toda una psicodelia sexual para prácticas avanzadas que al parecer una humilde servidora desconoce. Y como guinda del pastel han sacado una nueva chorrada que es un dúo de lubricantes con efecto calor para ella y efecto frío para él.
Esto me confunde y me trastorna, os lo juro. Primero y principal porque si juntas frío con calor, queda tibio, que ni lo uno ni lo otro ni sí ni no ni todo lo contrario. Y lo anuncian tal cual, “efecto calor para ella, efecto frío para él”. O sea, que cuando los juntas se da el mágico y alucinante efectotemplao” para los dos. Suena apasionante de cojones.
Además se me generan dudas, porque no sé qué hará la gente, de verdad, pero ¿para qué quiero yo ese efecto calor? ¿Acaso voy a asar pimientos en el chumino? Oiga, que una tiene una temperatura corporal de lo más correcta, no me hace falta un volcán uterino capaz de convertirme en un microondas humano.
Y lo mejor de todo, el efecto frío para él. ¿Por qué? No, en serio, ¿¿POR QUÉ?? ¿Qué extraño morbo puede dar una picha fría como un témpano, al estilo del vampiro de la famosa saga? ¿Por qué voy a querer que alguien me meta una cosa refrescante que no sé si me recuerda a un calipo o a un artilugio pringado en vicks vaporub? ¿Es acaso para contrarrestar el ardoroso efecto de mi gel? En tal caso, ¿para qué me lo he untado y ahora tengo el chumi echando humo si viene el bombero, manguera fresca en ristre? No comprendo nada.
Y habrá quien diga que igual es para usarlos por separado, él con su frío y  yo con mi calor, pero es que no sé, igual llevo todos estos años haciéndolo todo mal, pero juraría que el plan es que mi parte supuestamente calentada entre en contacto con su parte supuestamente enfriada, logrando finalmente el mencionado efecto templado y pringoso que tan poco erotismo me sugiere.
Así que no sé, cuando veo estas cosas siempre me pregunto si es que yo soy una sosa en la cama y me creo que lo estoy haciendo bien cuando en realidad me estoy perdiendo un mundo de posibilidades fantásticas con cambios de temperatura y olor a frambuesa del desierto, pero joder, me sobra tanta pompa. Yo sólo necesito un hombre que me guste, unos besos, unas caricias, unas risas, un poco de jugueteo, unos mordiscos y quizás unas palabras susurradas al oído. No me hace falta untarme de potingues, con el asquito que me dan a mí los pringues. No me hace falta chupar parafinas con olores exóticos y sabores dulzones y artificiales. No me hace falta ponerme el chichi a punto de ebullición y desde luego, no me hace falta una minga que irradie frescor alpino.
Lo dicho, que debo ser muy rara, ahí disfrutando del sexo natural como un animal primitivo, que no entiendo de avances, ni de modas, ni de cosas sofisticadas y “cuquis” (como me da por el culo esa palabra, oye) ni de nada. Que parezco un primate o algo, que no me entretengo en artificios ni necesito gastar ingentes cantidades de dinero en absurdos y follo ahí, a lo loco, sin que ninguna gran empresa me explique qué productos necesito para disfrutar de verdad. Qué ignorante que soy, de verdad. Yo pensando que me gustaba el sexo y resulta que no.

Joder con la tontería, hombreyaaaaa.  

martes, 25 de noviembre de 2014

ganas de matar aumentando...

Lunes, ocho de la mañana. Estoy tratando de ignorar los lametazos, cabezazos y manotazos de Ron que exige su desayuno demasiado temprano. Yo me he acostado a las cuatro de la mañana porque últimamente escribo como una posesa mental hasta la madrugada. Y entonces me suena el móvil. Un wasap. Dos, tres, cuatro, diez. Me cago en mi vida.
Al final me levanto, echo un puñado de bolitas al plato del señor gato y me vuelvo a la cama. Una horita más, por diorrrr, una horita aunque sea. Otro wasap. Un mail. Dos notificaciones de twitter. El mundo me odia. El universo conspira para que mis ojeras aumenten cada día.
Me meto en la cama, me tapo la cabeza con el nórdico y trato de ignorar que tras el desayuno, Ron ha encontrado toda una suerte de cosas ruidosas con las que jugar a la par que corretea con la delicadeza de un ñu por el salón. Otro wasap.
Al final alargo la mano y cojo el móvil. Gordito es el culpable de los pitidos.
“Nena, necesito un favor. Uno de los gordos, como yo. Oye, verás, necesito que me compres unas empanadas en Sitiofamoso que queda cerca de tu casa. Porfis. Porque a hacérmelas tú no te da tiempo… ¿Verdad? Pues eso, que necesito siete. Son para llevarlas al curro por mi cumple. A vosotros os invitaré a otra cosa. Total, que si puedes. Esta tarde voy a tu casa a por ellas. Y te las pago. Y me invitas a una cerve. Y te dejo que me tires de las orejas.”
Me doy de cabezazos con la almohada. Le odio. Me tapo y dejo el móvil en la mesilla mientras Ron sigue poseído por una fuerza infernal corriendo por el salón y peleándose con todas sus pelotitas.
Ocho y veinte de la mañana. El móvil suena de nuevo. Wasap, wasap y más wasap. Como sea Gordito le mataré. Abro un ojo, alargo la mano. Es el grupo de mis amigos satánicos.

Bombita: Felicidades, melón!!!
Flumi: ¿Es el cumple de alguien? Me apunto, felicidades!!
Rachel: ¿Qué coño decís?
Gordito: Es mañana, capullos.
Bombita: ¿Mañana? ¿Qué día es hoy?
Rachel: El día de antes del cumple de Gordito.
Flumi: Bombi, ¿en qué día vives?
Bombita: coño, yo qué sé, juraría que era hoy, ¿estáis seguros de que es mañana?
Nacho: eso ha dicho siempre mi madre.
Bombita: tu madre no tiene ni idea, hazme caso a mí que es hoy.

Ahora les quiero matar a todos. Saco un dedo de la cama. Escribo al Gordo, que luego le digo algo, pero que no estoy segura de que me dé tiempo. Sin embargo sé que lo voy a hacer. Porque soy gilipollas buena amiga.
Al final me levanto, me visto, me voy al médico. Subo dos pisos. En la puerta de mi consulta hay un cartel que me dice que baje a recepción porque mi doctora no está. Bajo dos pisos. Pregunto. Me mandan a otra sala. Dos pisos para arriba. Me atiende una mujer que no tiene ni idea de quién soy. Le explico que quiero una cita para el traumatólogo porque el ganglión de mi muñeca me está volviendo loca. Mi móvil no deja de sonar. Parezco una adicta al wasap. La mujer me mira y me dice:

-         - Tu número de teléfono es 672 35 44…
-         - No siga, no ha dado ni una.
-         - ¿No?
-         - Ni uno, doctora, ni uno.
-         - ¿No eres Fulanito de tal?
-         - Juraría que no, la última vez que lo comprobé era Menganita de cual.
-         - ¿Mengana? – me mira como asombrada de que sea una mujer. Y joder, voy con pintas roñer, pero tengo tetas. Y llevo el pelo largo. Y no tengo paquete, las mallas me delatarían.
-         - Sí, le juro que no soy Fulanito y ese no es mi número de teléfono.
-         - Ahhh… claaaaro… es el expediente de otro paciente, jejeje… es que coincide que él tiene una muñeca rota. - ¿”Coincide”? WTF!! ¡Aquí no coincide nada!
-         -Ya, lo que sea. Deme mi volante, tengo prisa.

Salgo del médico, me voy a por las empanadas del maldito Gordo. Hablo con Anita, con Nuri, con mi madre, paso por el punto limpio a reciclar mil trastos viejos. Voy al despacho, dejo haciéndose una copia de seguridad del ordenador. Vuelvo a casa, como, pregunto al Niño Chico cómo está, que anda resfriado. Descanso un poco y me voy a casa de mi madre de nuevo a recoger unas cosas para mañana. Bajo al despacho, compruebo la copia, mando un par de correos, desenchufo todo y me vuelvo a casa. Llega el Gordito, me abraza, charlamos un rato y me dice:

-        - Tienes cara de cansada… ¿No duermes bien últimamente? ¿y eso? ¿Tienes una aventura amoroso-frungidora que te quite el sueño?

No, es que matar amigos y enterrar sus gordos cadáveres me resulta agotador. No te jode.


miércoles, 19 de noviembre de 2014

Un taco en lugar de cerebro

Nunca he sido una persona de ideas claras. Cuando sí tengo algo claro no hay quien me pare ni quien me apee del burro, pero reconozco que dudo de casi todo. De hecho, ni siquiera me fío mucho de la gente que lo sabe todo y no acepta flexibilidad ni opciones diferentes.
El caso es que tengo una mente un poco caótica, así como con muchas cosas remezcladas, envueltas en una tortilla y regadas con salsa confusa. O sea, una especie de taco en lugar de cerebro.
Ayer me vi metida en un atasco. Los atascos no son buenos para mí, me hacen pensar y en el coche pienso mucho ya de por sí. Así que estaba ahí, rodeada de lucecitas rojas de freno y escuchando a Guns´n Roses, cuando me vino un recuerdo a la cabeza. Uno de esos que aparecen de la nada, sin saber por qué. Y de repente te ves echando de menos a alguien de quien por lo general no te acuerdas. Avancé un par de metros y cambié de canción. Led Zeppelin. Otro recuerdo indebido. A veces pienso que debería cambiar de estilo musical, darme al reguetón y dejar que mis neuronas se suiciden lentamente. Pero no. Empezó a sonar AC/DC. Y como si me hubiese embestido un ñu, me acordé de aquel beso. Joder. Aquél en concreto.
Me dio por pensar. Hace mucho de aquellos recuerdos, pero yo no he cambiado tanto. Puede que haya cambiado de década, puede que ya no sea tan joven y lozana, puede que ya no esté tan loca, pero… a veces lo echo de menos. Extraño hacer ciertas cosas. Extraño perderme del mapa. Extraño escaparme a rincones oscuros. Extraño robar besos. Y extraño poder contar aquí las pocas cosa “malas” que hago.
En estas iba cuando al fin tomé mi desviación y llegué al centro comercial. Me fui a la ropa de bebés para ver si encontraba algo mono para en niño de Anita. Pero no me gusta la ropa de bebé y todo es confuso. No entiendo las tallas y obviamente no puedo saber de qué tamaño va a ser el nene. Y debe ser cosa mía, pero todo me parece amorfo y raro y cursi y… no me gusta la ropa de niño. Así que me puse a mirar zapatos, que siempre me hacen más gracia. Y no sé de qué tamaño son los pies de un bebé, pero esos zapatitos que podría ponerle a Ron me hacen sonreír siempre. Lo que pasa es que de nuevo no sabía cuales serían mejor. Cogí unos super graciosos y pensé “joder, dan ganas de tener un niño para ponerle cosas como esta.”
Mi empanada mental está empezando a pasarse si pienso cosas como esa. Así que me empecé a agobiar. A hiperventilar. Solté los zapatitos y reculé despacio. Salí al pasillo central y aceleré el paso. Salí a la calle, me monté en el coche y de un acelerón salí de allí sin mirar atrás.
Y es que será que últimamente me rodean preñadas por todas partes, pero empieza a saturarme el tema. Yo nunca he querido tener hijos y desde que el barco de que el Ross y yo estuviéramos juntos zarpó, deseché los últimos resquicios de duda. Que no es que quisiera tener hijos con él, ojo. Es sólo que con él hubiera podido plantearme la posibilidad de pensar en pensarlo. Pero como no, pues nada. Nada de nada. Y lo tengo claro, pero aun así, a veces veo zapatos pequeños y me pregunto qué será de mí mañana. Y qué es de mí hoy, que no sé si quiero volver a robar besos a quien no debo o si quiero comprar patucos.

En fin, a ver si cambio el taco mental por un cerebro de verdad y empiezo a pensar con la más mínima claridad. Que parezco gilipollas, coño ya.

sábado, 15 de noviembre de 2014

¿Me das para gasolina?

No soy una persona roñosa, de verdad que no. Puede que no tenga un duro, pero a veces doy a la gente que pide. Al chaval que hay en la puerta del Día de debajo de mi casa, que siempre te abre con una sonrisa y palabras agradables a veces le doy algo de la vuelta. Y a veces, dejo que me limpien el parabrisas del coche en los semáforos y les doy un eurillo. Y quiero colaborar con un par de proyectos que ha comentado Eva, que molan un montón y al menos el de la caja con regalitos tengo que hacerlo, me parece un proyecto precioso que no cuesta tanto. Y desde luego, cuando me han pedido comida no me he negado nunca, hace un par de semanas compré varias cosas al banco de alimentos que estaba haciendo campaña para dar meriendas en los colegios. Y no voy a explicar más cosas, no estoy tratando de demostrar que sea una persona estupenda y generosa. Sólo quiero sentar un antecedente antes de lo que voy a contar.
El caso es que ayer por la tarde fui al mercadona. Estaba muy triste y con mucha ansiedad por cosas que ahora no vienen al caso. Y he estado mala toda la semana, así que iba arrastrando mis huesos, con unas mallas viejísimas, un forro polar que ocultaba la camiseta del pijama y un plumas raído de color indefinido. De los malos pelos que me gasto últimamente prefiero ni hablar. Total, que si me hubiera sentado en la puerta de la iglesia me habían dado un buen puñado de monedas a mí. Y no me hubieran venido mal del todo, he tenido unos cuantos gastos imprevistos y llevaba veinte euros para toda la compra, de los cuales me debían sobrar la mitad al menos para la semana que viene. Un cuadro.
Bueno, pues de repente me llama un chaval bastante arreglado y apoyado en una moto bien hermosa azul y con pinta de nueva. No entiendo una mierda de motos, pero vamos, era “aparente”. Me giro por si está perdido y me dice: “oye, me he quedado sin gas, ¿me puedes dejar cinco euros para echarle?” Como soy una persona educada le he dicho que no, que lo sentía y he seguido arrastrando mi carro descolorido. Pero ahora en serio… ¿Me pides pasta para gasolina? Y cinco euros, nada menos. Pues no, tío, no te los doy. Yo también tengo coche y no se me ocurre parar a nadie y decirle que me deje pasta para gasolina. Además, que no me lo creo, ¿No llevas nada de nada de dinero? ¿No tienes tarjetas? ¿No llevas el móvil para llamar a un amigo, padre, vecino, conocido o quien sea que te venga a buscar o que te eche un cable? ¿No tienes seguro con ayuda que pueda venir? Venga, coño.
Y a lo mejor es verdad que por una serie de catastróficas desdichas el chaval se estaba viendo en ese apuro, pero no sé, yo buscaría mil soluciones, pediría incluso hacer una llamada, pero no se me ocurre pedirle a alguien que me llene el depósito. Que un coche o una moto es un artículo de lujo y el petróleo está muy caro, oiga. Y para colmo estaba en la misma boca del metro. Deja la moto aparcada y vete a casa, coge pasta y vuelve a por ella. Igual debería haberle dicho todas estas cosas al chaval porque no se le habían ocurrido y lo que pasa es que yo soy muy resolutiva.

En fin, me parece que en este país pasamos de lo barrido a lo fregado, que luego hay un montón de desconfianza para los proyectos buenos y honrados, pero también hay quien abusa. Que hay quien no compra un paquete de macarrones para donar en una operación kilo y hay quien te pide para gasolina y se queda tan ancho. 

martes, 11 de noviembre de 2014

Indignación

Vengo con la indignación subida. No puedo evitarlo. Que estoy con la regla, sí, pero a ver si no es para que me lleven los demonios.
Reconozco que yo soy una novia horrible. Una larga lista de exnovios pueden dar fe de ello. Y os digo más, me importa bastante poco serlo, porque me niego a ser una mujer abnegada y absurda cuya única motivación en la vida sea complacer a su hombre. De hecho, las mujeres que son así me enfadan. A mí me parece que está bien ser madre, esposa o lo que te dé la gana siempre que no dejes de ser tú misma. No soporto la gente que cuando se define dice lo primero de sí misma que es “mamá” o que es la “esposa de”. ¿Eso es todo lo que eres? ¿En serio? Me parece una manera simplista y sesgadísima de ver la vida. Somos un complejo de cosas, una suma de piezas, un montón de partes que componen un ser, no somos una única cosa plana y mononeuronal que ser reduce a ser algo de la vida de otro. O yo al menos, no. Me niego. Jamás seré sólo la novia o mujer de fulano o la madre de menganito. Siempre seré primero yo (sea lo que sea) y luego habrá otras partes de mí. También soy hija, soy nieta, soy amiga, soy amita de Ron y soy Naar. Pero no soy sólo una de esas cosas.
Todo este rollo viene porque una amiga mía se está estupidizando por momentos. Tiene un novio que a mí me parece un mongolo de gimnasio, manipulador, acomplejado y maltratador psicológico. Por alguna razón que desconozco a ella le gusta el payaso este de medio metro con musculitos. Y desde que empezó con él, hace ya más de dos años, cada vez queda menos con el grupo de amigos, cada vez es más difícil localizarla y es prácticamente imposible hablar con ella un solo minuto a solas porque palabras textuales de él, “por qué no va a poder enterarse o estar presente en lo que tengamos que hablar con ella.” Se me revuelven las tripas. Además ella antes no era así, la conozco desde los 18 años y este gilipollas la ha ido envolviendo en su mundo jugando sus cartas hasta hacerla sumisa, sé lo que es, lo he vivido y cada vez que lo pienso me dan ganas de rajarle de arriba abajo.
Hoy estábamos hablando todos los amigos por el grupo de wasap para ver si organizábamos la cena de navidad. Por extraño que parezca, estábamos todos de acuerdo, teníamos fecha, sitio y todo. Tan bien iba todo que no me lo podía creer. Y hasta he dicho, no puede ser, ya veremos como salta la chispa por algún sitio.
Efectivamente. Va ella y dice “no sé si nosotros podremos ir, porque aún no sé qué turno le tocará a Musculitos para diciembre”. El mongolo musculado trabaja en un gimnasio, que como muy tarde cierra a las 11. Así que otro de mis amigos, por no desatar polémica, le dice que bueno, que igual pueden venir luego, que se apunten aunque sea a las copas de después. Y yo con la sangre en ebullición, hasta que he explotado y he puesto “Igual es porque soy una solterona que morirá rodeada de gatos, pero no entiendo por qué no puedes venir a cenar tú porque Musculitos trabaje, en el peor de los casos, que se apunte luego, que como mucho van a ser dos horas antes lo que vengas tú.” Y la imbécil de mi amiga me contesta “No sé, nosotros somos así, donde va él voy yo y donde voy yo va él” y una cara con corazones por ojos. Casi vomito encima del móvil. No doy crédito, no puedo, no lo soporto. De verdad que me dan ganas de cogerla por las solapas y zarandearla, de darle de hostias hasta que reaccione  y entienda que estar enamorado no es ser la mitad de algo, que es ser uno mismo al lado de otro. Sólo he acertado a poner “me pregunto cómo será eso de ir a cagar en pareja” y he cerrado el grupo, paso de hablar con gente mononeuronal cuando estoy hormonada y furiosa.
Pero en serio, ¿qué mierda es esta? ¿Qué cojones nos han vendido para que aceptemos que eso es normal? ¿por qué tener vida propia es malo? ¿Por qué ir a una cena de amigos sin el novio es algo peligroso? ¿por qué no puedes ni siquiera adelantarte a tu novio y llegar antes a una fiesta mientras él trabaja? ¿por qué no puedes salir sola de casa sin él? ¿¿Por qué, Zeñó, por qué??
De verdad que no soporto la idea de vivir así. Yo NECESITO vivir, salir y hacer cosas sin necesidad de explicárselo a nadie, de que mi novio lo supervise o me de el visto bueno. Yo no pido permiso. Yo no quiero alguien que no me deje espacio, no me deje vivir, no me deje respirar. Yo tengo vida propia, yo soy yo, soy todas esas piezas que me conforman, no puedo renunciar a todas a favor de una sola. Me parece tan empobrecedor que me da pena, asco y rabia.
En fin, puede que sea verdad que me muera sola, rodeada de gatos y que quizás mis amigas me tengan pena a mí por ser la pobre solterona a la que no quiso nadie, pero lo sigo prefiriendo. Porque además no es cierto. El amor no es eso, por mucho que me vendan. El amor es respeto y enriquecimiento, no renuncias constantes y dejar de ser quien eres para ser sólo el pedazo triste de algo que no eres tú misma.


No puedo ser la mujer de tu vida porque ya lo soy de la mía. 

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Frenología para una garza

Estoy empezando a pensar que tengo la cabeza demasiado grande y/o pesada para mi cuello. Eso, o tengo el cuello demasiado largo y flaco. Como una grulla cabezona o algo semejante, no sé.
El caso es que siempre me duele el cuello. Pero siempre, siempre. Y la verdad es que suelo achacarlo a mis posturas imposibles para dormir, a que me hago un nido en el sofá con cojines y no hay quien me saque de él o a cualquier cosa así. Pero empiezo a pensar que mis problemas van más allá.
La verdad es que empecé a mosquearme con el tema en la adolescencia. Yo tenía una amiga que a la que llamaban La Sincuello. Y era literal, oye, la cabeza le surgía directamente de los hombros sin transición alguna. Por eso podía dormirse en clase sin que los profesores la pillaran mientras que a mí me caían una broncas horribles, porque a ella no se le movía ni el flequillo mientras que yo pegaba unas escandalosas cabezadas. Pero claro, tampoco puede decirse que me diera envidia de alguien que no podía ponerse una gargantilla o un jersey de cuello vuelto.
Aunque mi fisonomía de garza también tiene sus contrapartidas a parte de no poder dormirme en clase, por ejemplo nunca he podido hacer abdominales sin un terrible dolor de cuello. “Eso es que no las haces bien”, diréis los listillos. Y un cojón de pato. He ido a varios gimnasios a lo largo de mi vida y me han “enseñado” a hacerlas de diferentes maneras. Incluso el otro día en pilates, al verme parar de hacer las dos millones de abdominales vino mi profe ultragay y me dijo:
-         Qué haces, chumi, si tú puedes aguantar mucho más.
-         No, me duele el cuello.
-         A ver, levanta otra vez y tira bien de aquí.
Y lo de siempre. Me toqueteó la tripa, la espalda y la cadera.
-         Pues no, chumi, lo estás haciendo bien, no sé por qué te duele, estarás más cargadita hoy.
O tendré la cabeza más gorda de lo que debo. El caso es que llegué a casa un poco depre. Igual ese terrible peso que siento a veces sobre mis hombros no es más que mi enorme y pesadísima cabeza. Y me miré en el espejo. A ver, estéticamente tengo un cuello muy bonito, no voy a decir lo contrario. Tengo unas clavículas y unos hombros elegantes. O sea, que soy la perfecta dama del romanticismo que se pone escotes hermosos y no hace más que ir a la ópera a escandalizarse por todo. La movida es que nací con dos siglos de retraso. Y que no puedo hacer abdominales ni sobarme en público sin que se note y sin riesgo de morir desnucada. Y el plan de fortalecer el cuello y terminar pareciendo Fernando Alonso no me convence mucho.

Me pregunto qué tendría que decir la frenología de todo esto.


domingo, 2 de noviembre de 2014

¿Cambiar de rumbo?

Supongo que la mayor parte de la gente nos pasamos la vida perdidos y desorientados. O no, sólo algunos. O sólo yo, oiga, yo qué sé. Además la crisis no ayuda, claro, porque antes hacías una carrera y lo más seguro era que terminaras trabajando de ello o de algo bastante relacionado. Pero ahora no. Ahora cualquier cosa puede pasar: que seas ingeniero y termines de barrendero o que fueras para barrendero y termines de ministro cobrando comisiones… me estoy desviando del tema.
El caso es que hoy en día hay que saber reinventarse y cambiar de rumbo mil veces, estar siempre dispuesto a aprender y a evolucionar, a tener ideas y a seguirlas. Al Niño Chico por ejemplo, que es aparejador, le dio hace poco por pensar en hacer un curso a distancia de educación infantil como éste. Yo le busqué algunas opciones, porque entiendo un poco más que él del temario y los requisitos que luego puedan ser más o menos útiles. A ver si al final lo hace o cambia de nuevo de idea. 
Yo también estoy pensando en hacer algún tipo de curso o algo para no oxidarme. Lo que pasa es que tienen que ser cursos online o a distancia porque, por paradójico que parezca, no tenemos hoy en día tiempo de ir a clase. Y lo que es peor, es que tampoco sé muy bien hacia dónde tirar. Hace un par de años hice uno de Recursos Humanos y Psicología Empresarial, que me encantó y luego no he podido poner en práctica. Así que no sé si seguir formándome en mi rama o hacer como el Niño y pegarle un giro de 180º a la situación y hacer algo completamente diferente.
La verdad es que sí, estoy perdida. Y no creo que sea la única, la verdad. En España las cosas han cambiado a marchas forzadas en los últimos años y todos hemos ido corriendo detrás de los acontecimientos como buenamente hemos podido. Pero eso hace que a veces no se tengan referencias a las que agarrarse. Mi abuelo se puso a trabajar con 14 años cuando terminó el colegio. Y allí empezó de chico de los recados, luego de aprendiz, luego de profesional y luego de maestro de otros chicos. Y se jubiló. Mi padre que siempre ha sido más loco tuvo varios trabajos, cambió de empresa varias veces pero siempre trabajó de lo mismo, de lo suyo. Y cuando consiguió unos pequeños ahorritos, se montó su propio negocio. Así que ahora me veo con una carrera, con un posgrado y con un par de cursos y sin saber qué hacer.

Es complicado esto de reinventarse, pero casi peor es no moverse del sitio.