miércoles, 1 de abril de 2015

un puñado de reflexiones

Últimamente estoy un poco tristona. Y no sé por qué, porque precisamente en las últimas semanas parece que las cosas han ido mejorando un poco. Incluso hace buen tiempo, los días son más largos y se empiezan a ver filas de hormigas trabajando afanosamente por el parque de al lado de mi casa. Y eso son cosas que me suelen poner de buen humor. Sobre todo las hormigas. Es un bichillo que me fascina. Desde que era muy pequeña uno de mis grandes entretenimientos era guardar un trozo de pan y cuando salíamos a pasear al perro por la tarde, echarlo en los hormigueros y observar como aquellos diminutos insectos negros acarreaban miguitas de aquí para allá. Pero este año han llegado antes las hormigas que mi buen humor.
Ayer por la tarde salí a dar un paseo a ver si el aire me despejaba un poco. Por la mañana fui a la peluquería, me pegué un buen corte y estoy encantada de cómo me ha quedado. Y comí comida china con el Ross y vimos Interestelar, que por cierto me aburrió soberanamente. O sea, que había sido un día bastante bueno. Pero no, no me centro.
En parte es porque el fin de semana pasado estuvieron las niñas de Granada (Pimiento y Tomate) en casa y claro, ahora que se han ido se me han llevado un pedazo de algo de dentro, así de la altura del pecho y no se me pasa el vacío. Noto la casa vacía, noto el día más largo y más aburrido. Y noto que estoy muy sola. Que lo estoy siempre, pero estoy acostumbrada a mi rutina, mis cosas, mi tele, mi gato, mi mundo de mierda interior. Y cuando vienen ellas lo revolucionan todo, ponen telecinco, me enfado con Pimiento y sus gustos musicales, el baño está patas arriba y hay mil cacharros para fregar. Pero dejo de ser una loca perdida de la vida para ser alguien real de carne y hueso que se relaciona con otras personas. Es raro como a veces dudas de tu propia existencia a fuerza de estar sola. El caso, es que se van y pienso que volveré a mi rutina, mis horarios y mi blablablá. Pero me cuesta. Porque las echo de menos. Y porque todo está más vacío, más frío, más aburrido y más triste sin ellas.
Y decía que ayer por la tarde salí a dar un paseo. Con mi chándal roñoso y mi pelo recién cortado recogido en una coleta muy pequeña en comparación con la de hace unos días. Iba con las manos en los bolsillos, arrastrando los pies, con el peso de medio mundo sobre los hombros. La vuelta a la rutina trae consigo las preocupaciones, el no llegar ni a mediados de mes, las fechas de los hospitales con los yayos, las cosas feas que resuenan en mi cabeza con frecuencia. De repente levanté los ojos y los vi. Un grupo de adolescentes estaba saltando la vaya del colegio que hay al lado de mi casa. Supongo que los mismos que hacen pellas a diario están deseando que sea fin de semana o festivo para colarse y jugar al fútbol en el patio. No sé por dónde habrían entrado, pero a la hora de salir uno de ellos se había quedado encaramado a lo alto de las rejas y tenía miedo de bajar. Normal, es una altura más que considerable. Los demás le daban instrucciones de lo que tenía que hacer. Que si el pie aquí, la pierna pallá, te agarras de ahí y saltas. Yo estaba de su parte. Y un cojón de pato iba yo a saltar, vamos. Al final uno de los más lanzadillos que ya estaba fuera le dijo “pero tronco, qué coño te pasa, si te caes, pues te caes, anda que te vas a matar, la gente no se muere por saltar de ahí. Y en el peor caso, si te rompes algo, pues ya se curará, no seas coñazo y tírate.” Pero el otro era más cobarde, o más sensato y no quería. Que yo paso, tío, que no lo veo. Y la frase culmen ha sido “Jo macho, ni que tuvieras treinta tacos, anda que no lo piensas tú todo. Tú salta y ya veremos luego.” Ahí me ha dolido, lo reconozco. Treinta tacos, chaval. Que son una jartá de años. Al menos cuando tienes quince. Y yo el domingo cumplo 32. Y aún no me explico cómo coño ha podido pasar.
Se me han hundido un poco más los hombros. Joder, soy una abuela. Igual una de las cosas que me pasa es que los púberes tienen razón y con esta edad empiezas a pensar más. Mucho más. Demasiado. Empiezas a ver riesgos y peligros, empiezas a plantearte cosas. Empiezas a pensar que la gente sí se mata por saltar de donde no debe. Te haces prudente, te haces sensato, te haces aburrido. En parte quizás por puro instinto de supervivencia porque el cuerpo ya no te responde como de adolescente.
Me acordé de unos chicos de mi instituto. Corría la primavera del 98 y tenían un par de años más que yo. Los conocía porque uno era novio de una amiga. Una noche de botellón y con unos cuantos porros en el cuerpo pensaron que era buena idea caminar por el tramo al aire libre de las vías del metro que quedaba al lado de donde estaban a la hora que pasaba el tren. El novio de mi amiga murió en el acto. El otro quedó maltrecho, con graves secuelas a todos los niveles. Quizás alguien dijo aquella noche que nadie se muere por andar por las vías del metro. Pero se equivocaba.
Cuando tienes quince años y la vida te desborda y te sale por las orejas crees que eres inmune a todo. No ves el peligro en ningún sitio. Nada malo puede pasarte, eso es a otros. Eres un inconsciente para horror de tus padres y los demás adultos que te rodean. Pero joder, estás tan vivo, lo vives todo tan intensamente, es todo tan nuevo y tan fascinante que no hay modo de detenerte. Cuando pasas la treintena ya has dejado gente por el camino. Por desgracia, ya has conocido algún accidente de tráfico, alguna enfermedad, alguna desgracia que te ha arrebatado gente de tu edad o más joven. Y le ves las orejas al lobo. No todo es tan fácil, la vida no es una propiedad asegurada como nos pensamos. Apenas es un préstamo.
Total, que estoy en una especie de crisis existencial. No es que quiera volver a la locura arrebatada y hormonal de la adolescencia. Pero echo de menos a veces esas ansias de vivir y de pensar que lo tengo todo por delante. Echo de menos pensar que las cosas salen bien porque sí, porque siempre salen bien al final, como en las películas.

Y que no me pasa nada. Que estoy bien. Que luego la gente se alarma y cree que estoy a punto de tirarme por la ventana o algo y no. Que sólo es que me deprime el mes de abril, cumplir 32 y estar tan jodidamente perdida. Pero ya hace bueno y a fuerza de ver a las hormigas, me pondré de mejor humor, seguro.

13 comentarios:

  1. La maldita crisis de los 30. Te comprendo -_-

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    1. Sí, sé que suena a tópico, pero todo se reduce a eso :)

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  2. Esa crisis la pasáis cuando cumplís 33. Yo estaba super choff con 30, 31 y 32 y ahora soy un fraggel saltarín.

    Nah, ya en serio... todo pasa. Y claro que con 30 ya tienes muchas pérdidas a tus espaldas, pero también has vivido los suficientes momentos felices como para saber que siempre llegan más.

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  3. De tristeza nada, ¿eh? Que no me entere yo, que aquí estamos para lo que haga falta.
    Es cierto que en la adolescencia uno no tiene consciencia del peligro pero tener treinta está muy bien. Tal vez no se viva todo tan intensamente pero también aprendes a relativizar y los problemas que antes te parecían un mundo ahora les das la importancia justa.Eso también mola. Creo que tiene razón La Rizos. En cuanto pasas los 33 te dices "Estoy estupenda" y te encaminas alegra y feliz a la crisis de los cuarenta (lo he arreglado, ¿verdad?. Jajajaja).
    En fin, que muchos besitos, a tirar pa´lante como siempre has sabido hacer y nos lo recuerdas en el propio título de tu blog y que sepas que me debes foto de tu nuevo look. Jajajaja.
    Besazos, hermosa!!!

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  4. Yo también estoy un poquito así tristona. Me encantaría irme contigo a dar pan a las hormigas y echar la tarde en el parque hasta que por la noche nos invadieran las estrellas. En la pizzeria de cerca de mi casa han sacado una pizza de 5 quesos que tengo pendiente de probar, podría ser un buen plan, no?
    Últimamente estoy como las avestruces que meten la cabeza bajo tierra a esperar tiempos mejores. La cosa es que eso ya no vale. Los tiempos mejores hay que buscárselos. Esta primavera me está costando despertarme de la hibernación y tirar para adelante. Y eso, solo decirte que de algún modo estamos juntas.
    Un abrazo y mucho ánimo!!

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  5. Ayer oí a unos adolescentes: 'a que edad se tiene la menopausia?', 'ya mayor, a los treinta o asi'. Te cagas.
    En cuanto a tu estado anímico es normal pasar rachas mas tristonas y reflexivas.
    Un beso

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  6. ¡Ja,ja! Tú el domingo cumples 32, yo hasta noviembre noooo (icono de burla).

    Bah, tranquila, ya añoraremos tener 32 y 50 cuando estemos entre los 90 y la muerte, todas desdentadas, y nos quede un suspiro xDDD

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  7. ¡No estés triste Naar! ¡Cómo si no hubiese gente en este mundo que cumple 32 años y no pasa nada! Creo que aún estamos en la mejor edad de la vida, no tenemos mucho que envidiar a los quinceañeros excepto tener más cabeza, y eso es bueno. Disfruta del presente porque los momentos del pasado ya nunca vendrán de nuevo, así que estar triste por el pasado no tiene sentido ¡Sonríe por el futuro!

    Un beso Naar.

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  8. Pues a mí me ha gustado la frase del adolescente. Es cierto lo que dices de que somos muy inconscientes a esa edad pero lo de restarle importancia a una situación que en la que nos bloquea el miedo no nos vendría mal de vez en cuando a todos, a mí por lo menos.
    Yo no llevo bien lo de cumplir años, 34 recién hechos pero empiezo a pensar en las ventajas, como que estamos más asentados y somos más fuertes y maduros que en la adolescencia o veintena. Que sí, que tenemos nuestros bajones, pero creo que son diferentes a cuando éramos jóvenes.
    Respecto al estado de ánimo, no puedo ayudarte. No sé cúal es el resorte que hay que pulsar, sólo sé que llega un momento en que te pones en marcha de nuevo. Quizás sea ponerse un reto, hacer cambios, asimilar algo que no conseguías asimilar o aprender punto de cruz, supongo que depende de cada uno, espero que dure lo menos posible para ti. Mi mail ya lo sabes. Para cuando quieras.

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  9. Buuf, yo a los 30 tuve mi pequeña crisis... Ahora, a los 37 miedo me da la de los 40 jajaja

    Ánimo guapa, muy sensata eres tú para que esto pueda contigo!
    Besos

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  10. Pues yo con 33 decidí dar un giro a mi aburrida vida. Volví a la universidad y terminé una carrera que no tenía nada que ver ni con mi profesión ni con la vida que vivía. Conocí mucha gente nueva, encontré trabajo de esa nueva profesión y me mudé a vivir a otra provincia... nunca es tarde para aventurarse, para empezar algo nuevo. Para probar algo distinto o para caminar por otro sendero. ¿32? Eso es ser una yogurina... jis!! Anda que no te queda!! Te lo dice una que tiene 10 años mas ;)

    Besotes!
    (Y me quedo por aquí que me gusta mucho este rincón)

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  11. A mí me pasó también cuando cumplí los 30, cuando chavales a los que podría llevarles no más de 12 años me llamaban señora... Pero sabes? Ahora, camino de los 34, que se supone que tendría que sentirme más vieja que hace 4 años, estoy como si tal cosa; y me da igual que me llamen señora, como si me quieren llamar abuela.
    Yo creo que el problema no es la edad, es cómo te sientes tú. ¡Si tienes toda la vida por delante! Creo que lo que te pone triste es lo que dices al final, que te sientes perdida. Quizá por lo que dices de la rutina, de no saber muy bien qué hacer con tu vida. Por qué no te planteas algún cambio? No una cosa radical, pero algo nuevo, que te dé vidilla. Como dice dibujosdenube: empezar a estudiar algo que siempre quisiste y en su momento no pudiste, practicar alguna actividad, hacer un Interraíl o una escapada, apuntarte a algún grupo o asociación que hagan actividades, un nuevo hobbie... No sé, igual me estoy metiendo donde no me llaman. No es mi intención entrometerme ni que te sientas mal. Sólo intento echar una manita... Mira, lo del corte de pelo, pues te parecerá un tontería, pero a que te ha hecho sentir bien? Tanto miedo a cortarte la melena, y ves? No pasa nada. Al revés, estás encantada. Pues algo así, pero en algún otro aspecto de la vida.
    En fin, que mucho ánimo, que ya está aquí la primavera y las hormigas, y eso siempre anima! ;***

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  12. Es la primavera, que es muy mala para todo.

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Estás aquí, has leído... así que comenta hombre ya!!