miércoles, 28 de junio de 2017

Ron y Maya

Cuando era pequeña tenía caracoles. Ya lo he contado más veces, los rescataba de la calle o del campo o de donde los pillara, los metía en un bote con lechuga, los cuidaba un tiempo y luego los volvía a soltar. Incluso una vez criaron porque nadie me había explicado el concepto de hermafroditismo. En fin. El caso es que tuve uno que fue mi favorito. Se llamaba Corretón porque era enorme, gordo y marrón y le encantaba escaparse del tarro y hacer excursiones por las paredes. Lo recogí con la concha rota, pero se le reparó poco a poco. Corretón era un caracol fantástico, salía mucho de la concha, en cuanto le ponías verdura fresca o le mojabas con agua. Me caminaba por las manos y los brazos, no parecía asustarse de nada. Comía uvas y frutas directamente de entre mis dedos. Y con él descubrí que hasta los animales más pequeños, que consideramos más simples, tienen su propio carácter. Porque hay caracoles tímidos y otros sociables, unos miedosos y otros intrépidos.
He tenido montones de animales a lo largo de mi vida y cada uno ha tenido sus peculiaridades, sus manías, sus virtudes, esas cosas por las que les he querido y esas otras por las que a veces me he tirado de los pelos con ellos. Todos me han enseñado mucho, me han dado mucho más de lo que yo he podido o sabido darles. A todos los llevo en el corazón porque en parte, igual que gracias a la familia o a los amigos, soy quien soy gracias a ellos.
Ahora miro a Ron y a Maya fascinada. Los gatos tienen unos caracteres muy marcados. Ellos son muy ellos. Ron es más dependiente de mí, más tranquilo, más bruto, más fuerte. Le gusta mucho saltar, llega muy alto, le encanta subirse a los sitios. Tiene muchísima habilidad con las patitas, casi parecen manos, él todo lo toca con su manita izquierda para cerciorarse de lo que es. Es comilón, todo le gusta y nunca rechaza nada (si lo hace corre al veterinario, le pasa algo raro). Ron es muy de costumbres, le encanta la rutina, cada día hace más o menos lo mismo, le gusta seguir horarios, ponerse en los mismos sitios, que no le cambien sus cosas. Le gusta tumbarse en la ventana para estar fresquito y mirar por el cristal del cuarto de la lavadora para ver lo que hacen los vecinos. Le gusta la gente. Cuando vienen visitas se acerca a saludar, no se asusta ni se esconde, sólo les mira, curioso. A veces se deja tocar, a veces se enamora y se sube encima de la gente, otras, simplemente les huele. Le encanta dormir conmigo en cualquier sitio, en cualquier postura, a cualquier hora. Es perezoso, casi siempre que hay que levantarse se revuelca un rato como pidiendo cinco minutos más, después de desayunar le encanta volver a la cama y dormir conmigo, tan a gusto. Ron duerme mucho desde que era cachorro, cae en los brazos de Morfeo y sueña, profundamente dormido, durante horas. Eso sí, como quiera algo, comer por lo general, es muy exigente. Te despierta a manotazos y cabezazos tan fuertes que podría despertar a un muerto. Casi siempre que me siento, viene a ponerse encima, o al lado como mínimo. Conoce perfectamente su nombre, se vuelve a mirarte cuando le llamas, entiende muchísimas cosas y es bastante obediente. Le gusta mucho que le hable, pero él maúlla muy poco. Y siempre que llego a casa, viene a recibirme a la puerta, a veces con cara soñolienta, a veces como sonriendo, a veces con un trotecillo alegre.
Maya es más inquieta, más suave, más sigilosa, más pequeña. Le encanta robar cosas, todo lo coge con la boca y lo lleva de acá para allá. Le gusta comer la comida húmeda mezclada con bolitas y el agua fresca. A Maya le encanta investigar, se mete en todas partes, lo toca todo, lo huele todo, lo coge todo. Mete su diminuta cabeza en cada hueco para ver lo que hay. Nunca sabes dónde la vas a encontrar, hace cosas inesperadas, cada día descubre algo que le fascina y a los diez minutos lo ha olvidado. Persigue a Ron a todas partes, es cabezona, no se da por aludida cuando le dices que no, es terca hasta decir basta. Le gusta que la cojas en brazos, duerme a veces conmigo, pero sobre todo, le gusta dormir abrazada a Ron, que lo acepta con resignación. También duerme mucho sola, se estira mucho, abre las patitas, ocupa más sitio del que puedes imaginar por un animal tan pequeño. Eso sí, duerme pocas horas seguidas. En seguida se aburre, se levanta, se va a investigar algo, a pasear, a jugar con sus ratoncillos. Maya sabe que se llama así, lo entiende, te mira y generalmente, pasa de ti. Le gusta que le diga cositas, pero sobre todo le gusta hablar ella. Corretea haciendo ruiditos, maúlla a todas horas, se frota mientras emite sonidos. Le hablas y te contesta. Y otras veces maúlla ella esperando respuestas de tu parte y tenemos conversaciones humano-gato. No viene a la puerta a recibirme cuando llego, aunque suele acudir si la llamo. Conoce la alarma del despertador y cuando suena salta sobre mí, abre el embozo de la cama y se frota y refrota haciendo alegrías y me hace unas carantoñas muy dulces tocándome con las patitas la cara y metiendo su cabecilla en mi cuello. A veces se cuela en la cama y anda por dentro haciéndome cosquillas. Te hace levantarte con una sonrisa. Por las noches le gusta hacer la croqueta en la alfombra, pasa mucho tiempo con la barriga para arriba, jugando o simplemente porque está a gusto así. Es muy valiente, muy intrépida, no ve el peligro nunca. Trepa por la red de la ventana del salón como un mono y cuando llega arriba, vuelve a bajar, usando manos y pies como una profesional de la escalada.
Los dos son maravillosos, son buenos, cariñosos y sociables. Jamás bufan, jamás se pelean. Juegan mucho y se roban comida el uno al otro. Se lamen, se imitan, se hacen carantoñas. Son dos ángeles que me ha prestado el cielo, espero que por muchos años. Y hoy hace seis meses que Maya llegó a mi vida para, siendo tan negra, llenarla de luz. Y ayer hizo 7 años y 10 meses que llegó Ron, que es todo para mí. Es el amor de mi vida, es lo que más quiero y he querido jamás.
Tengo suerte, soy afortunada. No tengo mucha familia, ni hermanos, ni siquiera muchos amigos. No soy una persona excesivamente sociable. No he triunfado profesionalmente, ni tengo dinero. Y es posible que no sea muy lista, ni muy especial, ni muy nada. Pero soy afortunada, de verdad que sí. Porque Dios me ha dado un montón de animalitos que me han acompañado en el camino. Siempre recuerdo alguna clase de pata encima de mi pierna, en todos los momentos de mi vida. El perro, los hámster, las cobayas, el pájaro, el cangrejo, los caracoles, los gatos. Siempre ha habido alguien ahí que sin palabras, me lo ha sabido decir todo con sus ojos. Así que gracias a todos ellos.

Y hoy en especial, gracias a mis dos amores más grandes, a mis dos gatos. Gracias por llegar a mi vida, por ser tan especiales como sois, por dejarme ser vuestra mamá humana. Os aseguro que lo hago lo mejor que puedo y que os quiero con toda mi alma. Gracias, Ron y Maya. Gracias por existir.

6 comentarios:

  1. qué entrada tan bonita! vaya, así que a ron le gusta dar cabezazos. ahora entiendo por qué cuando comenta en las entradas de forlán desde tu perfil, siempre se despide diciendo 'un cabezazo'. ;)
    está genial que ron y maya sean buenos hermanos y se lleven bien. tienes que compartir más fotos de ellos! :)
    besitos!!

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  2. Me has hecho llorar en el bus. Este ridículo espantoso no te lo perdono. Jajajaja.

    Pues sí, es curioso ver cómo, aunque los críes juntos, cada cual tiene su personalidad (o su felinidad). Y yo también les estoy muy agradecida a todos mis animales. Besotes!!!

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  3. Que ese par de fierecillas estén a tu lado y sigan haciéndote feliz muchos, muchísimos años más, porque os merecéis disfrutar juntos.

    Un besazo enorme.

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  4. Las mascotas son los seres más fieles con los que nos toparemos jamás. No importa lo desanimado que estés o lo desgraciada que seas, siempre estarán a Tu lado.

    Un besito y por muchos años más

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  5. Las mascotas son los seres más fieles con los que nos toparemos jamás. No importa lo desanimado que estés o lo desgraciada que seas, siempre estarán a Tu lado.

    Un besito y por muchos años más

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  6. Yo amo a mi perro, por encima de muchas cosas. Me ha ayudado más que algunas personas de las que hay a mi alrededor. Así que te entiendo perfectamente

    Besos para los tres

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